Desde mi primer y único posteo hasta ayer a la noche no tuve –en realidad, con autocrítica, debo decir no encontré- un momento adecuado para hablar con Boris sobre el tema que nos había quedado pendiente. Más aún, los temas ríspidos se fueron acumulando sin ser tratados. Me siento como un opositor en el congreso, pura queja nada de acción.
Entonces, de manera inesperada, Boris aceptó a ir al tempo de Núñez conmigo. Allí partimos rumbo al monumental, mi hijo con el uniforme completamente actualizado del equipo de nuestro amores, ¿Quién se lo habrá comprado?, yo, lamento decirlo, no había sido.
En el estadio me sorprendí con la pasión con la que Boris entonaba todos los cánticos. Digo todos al solo efecto de incluir -y destacar alarmando- los que elogian la violencia, santifican el consumo de drogas y alcohol y destilan xenofobia. Entonces entendí que, si prosperaba mi plan de ir por unas pizzas “los hombre solos”, ese sería un buen comienzo de charla para colar las similitudes entre peronismo y judaísmo.
River no solo ganó, quedó puntero en soledad y se alejó unos pasitos más de la temida promoción, sino que intentó jugar más de lo que lo venía haciendo en fechas pasadas.
Mi hijo estaba feliz. Salimos de la cancha cantando, por momentos nos abrazamos.
Como algo natural, siguió mis pasos y se sentó sonriente a la mesa que elegimos en la pizzería anhelada. Ahora sí, los dos estábamos felices.
- Hijo, ¡te sabés todas la canciones!
- Claro, en el colegio somos muchos de River y las cantamos en los recreos, en todos lados y en los campamentos hacemos guerras de canciones, está buenísimo.
- ¿Ustedes están de acuerdo con lo que dicen las letras?
Boris rió y luego permaneció callado. Igual que su padre sus silencios son expresivos, no importa que no hable, quien lo conoce sabe lo que esta pensando. Yo lo conozco, se debatía entre ajusticiar a su pobre progenitor o tranquilizarlo.
No se si por amor, por benevolencia o por la llegada de la grande mitad muzza mitad fugazza, optó por la segunda opción y allí fue con la pizza ya en su boca.
- No seas gil pá, no es todo ideológico en la vida, no pienso que los bolivianos sean negros de mierda, ni quiero prender fuego la bombonera, sabes que eso es el folclore del fútbol.
Decidí aprovechar que el humor de mi hijo estaba irreconocible, su apatía había quedado en casa, o eso parecía. En silencio me repetía, no lo sermonees, no lo sermonees, dejalo hablar, enterate que piensa.
Boris sonrío, claro, que boludo soy, el me conoce a mí.
- Puede ser, pero ¿hay límite?
- ¿Cómo?
- Claro, te pregunto, para vos está bien, es folclórico discriminar a pueblos hermanos, reírse de la pobreza o, por ejemplo, enaltecer a Hitler para cargar a los de Atlanta.
- ¿Qué te importa a vos Atlanta si siempre decís que usan esos colores horribles?
- Eso es precisamente el folclore del fútbol, no la discriminación y la xenofobia.
- No, eso es lo que vos crees que debe ser el folclore del fútbol, pero lo que en realidad es folclórico es lo que pasa en las canchas y es divertido.
- Divertido para vos.
- Si claro, para mí y para los cientos de personas que lo cantan en todas las canchas del mundo.
- Ya hablamos bastante en casa de los comportamientos imitativos, de la búsqueda de la verdad y.…
Resopló y me interrumpió.
- Viejo si repetís el discurso de mamá te ponés aburrido.
¿Será el momento?
- Ok, pero justamente ahí tenés una coincidencia entre el judaísmo y el peronismo.
- ¿En donde?
- Unos pocos, que se creyeron iluminados y concentraban el poder político y las armas, le impidieron al peronismo presentarse a las elecciones.
- ¿Cómo?, eso es una locura, todos podemos elegir y ser elegidos.
Vamos Boris, vamos carajo.
- Así fue y la coincidencia está, precisamente, en que los no peronistas no dijeron nada. Lo mismo pasa con el antisemitismo, pocos deciden, muchos callan. Por eso, tanto judíos como peronistas debimos pelear por nosotros. Hijo, el peronismo y el judaísmo fueron pueblos proscriptos y perseguidos que rompieron esos cerrojos. Hoy son pueblos libres sólo gracias a sus luchas.
- Me gustó más la de cebolla que la de muzzarela.
Listo, muzzarela me quedé yo, pagué la cuenta y me fui con mi hijo cantando canciones a favor de River, casi sin contenido hostil para las otras parcialidades.